HITOS DE LA LITERATURA INFANTIL
Hitos de la Literatura Infantil y Juvenil Iberoamericana (Coord. Beatriz Robledo) Ed. SM. Madrid (2013) 19 Marzo, 2013
HITOS DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL BOLIVIANA
(1922 – 2000)
Isabel Mesa Gisbert
La literatura infantil en Bolivia recién se inicia a mediados del siglo XX de la mano de un grupo de poetas cuya sensibilidad los llevó a producir una literatura para niños que cobra auge en la década de los 60, bajo una organización denominada “Unión de Poetas para Niños”. Sin embargo, existieron algunos escritores que, ligados a la educación y de manera solitaria, escribieron algunas obras infantiles anteriores a 1950 que marcaron un camino en la literatura infantil y juvenil boliviana.
LEYENDAS DE MI TIERRA (1922)
Antonio Díaz Villamil (1896 -1948), escritor paceño con una gran inclinación por la dramaturgia y las tradiciones, fue de los primeros autores que, de manera aislada, comienza a dedicar algo de su producción a los niños. Una de sus primeras obras fue Leyendas de mi tierra con ocho relatos de la zona andina. Una obra que surge en un momento en que los escritores inician su alejamiento de la fuerte corriente cultural europea que había dominado todo el siglo XIX, para entrar en una decidida búsqueda de identidad. De esa manera, el principio del siglo XX marca una literatura realista en la que el indígena se convierte en protagonista de la narrativa, siempre en una situación de explotación dentro del contexto de haciendas y minas, matizada con un rescate de sus valores y de su cultura, aunque todavía desde la óptica occidental.
Leyendas de mi tierra es una obra que, precisamente, toma el rescate de los valores de las culturas andinas e inicia la escritura de la tradición y la leyenda de una manera distinta, pues está intencionalmente dedicada a los niños en un tiempo en que no se escribía para ellos. El autor se acerca a los pequeños lectores a través de sus protagonistas que son niños y adolescentes que se convierten en verdaderos héroes de la zona andina; personajes que al representar las culturas tiahuanacota, quechua y aymara satisfacen esa necesidad de encontrar una identidad nacional. De esa manera, los relatos de Díaz Villamil dan respuesta sobre el origen de una serie de elementos culturales andinos como la existencia de la papa, alimento altiplánico por excelencia; el por qué la kantuta es la flor nacional de Bolivia; de cómo aparece el Ekeko, dios de la abundancia; por qué se forma el río Desaguadero; desde cuándo existe la hoja de coca; y cuál es el origen de algunos nevados de la cordillera andina.
A diferencia de otros libros de este tipo que usan un lenguaje rebuscado y rimbombante, Leyendas de mi tierra utiliza un lenguaje sencillo en el que se insertan comentarios del narrador que lo hacen cómplice del lector, y que, a su vez, nos recuerda que este libro fue escrito para los niños:
“La lucha por la libertad había sido iniciada por nuestros mayores, sin más base que su fervor patriótico…”; “Ese pueblo es, queridos lectorcitos, nuestra amada patria”; “Al fin, nuestro héroe, en quién mis simpáticos lectorcitos habrán, sin duda, reconocido al dios Pachacamaj en figura de hombre, había logrado congregar al pueblo sobre la misión que traía…”[1].
Sin embargo, todavía utiliza el diminutivo de manera reiterativa, como es usual en la literatura infantil de la época, así como la reflexión final, sobre todo, siendo Antonio Díaz Villamil un autor tan ligado a la educación:
“Finalmente, os queda aprovechar una reflexión moralizadora y es que, los pueblos por muy poderosos y ricos que sean, si se apartan de la vida del trabajo y del bien, están condenados a ser destruidos por sus mismos vicios, tal como a Tiahuanacu destruyó la cólera de sus dioses”[2].
Leyendas de mi tierra es un libro que después de 90 años sigue vigente en el país. Abrió el camino para que los recopiladores de mitos y leyendas fueran capaces de cautivar a los niños eligiendo los textos adecuados y el lenguaje apropiado de las tradiciones orales para plasmarlas en el papel, de manera que formen parte de nuestro patrimonio cultural desde la infancia.
CIEN POEMAS PARA NIÑOS (1955)
Después de algunas publicaciones solitarias de principios de siglo, el verdadero pionero en el inicio de la literatura infantil es Oscar Alfaro, quien dedicó la mayor parte de su producción poética y narrativa a los lectores más pequeños.
Cien poemas para niños es un libro emblemático que se publica en 1955 como la fusión de dos libros anteriores: Cajita musical (1949) y Alfabeto de Estrellas (1950). Fueron los primeros libros de poesía infantil en el país, ya que la poesía estaba inserta o en antologías poéticas o en revistas infantiles.
Cien poemas para niños engloba tres facetas distintas del autor tarijeño. La primera, la de una poesía social y de denuncia acorde al difícil momento histórico que atraviesa Bolivia desde 1930 hasta 1950; una segunda, de poesías influenciadas por las medidas de la revolución de 1952 a favor de los campesinos; y una tercera, dedicada exclusivamente al quehacer cotidiano de los niños. Comprender este libro, es entender el camino que recorrió el país para intentar una convivencia con una realidad social y racial diversa, sobre todo la aymara y la quechua, en una sociedad en la que la esclavitud todavía se practicaba a través del pongueaje (servicio gratuito y obligatorio de trabajo del colono en favor del hacendado) y el mitanaje (indígenas destinados al trabajo de las minas o de los ingenios)[3].
Alfaro (1921-1963) atraviesa una infancia y adolescencia en San Lorenzo (Tarija) con la ausencia e indiferencia de la figura paterna en un país que después de la Guerra del Chaco contra Paraguay (1932-1935) cerraba un ciclo de historia. Finalizaba el auge de los partidos políticos tradicionales, pero sobre todo se vislumbraba la esperanza de terminar con el sectarismo tan marcado que existía entre las clases sociales. Los indígenas, aymaras y quechuas, habían compartido el campo de batalla de igual a igual con los demás ciudadanos, luchando y muriendo con el mismo ideal patriótico que el resto; y Bolivia, comenzaba a crear una nueva conciencia de clase que buscaba nuevos líderes que ofrecieran dar solución a una sociedad desintegrada en la que la pobreza era una constante.
Dos propuestas revolucionarias rodearon a este contexto bélico: la escuela para indios creada por Elizardo Pérez en Warisata, basada en el trabajo productivo (1931), y el primer congreso indígena (1945) en el que se abolía el sistema de pongueaje, el mitanaje y se autorizaba la libre circulación de los indios por las ciudades. Sin embargo, tuvieron que pasar todavía algunos años más para que estas disposiciones fueran aceptadas.
Dentro de ese nuevo despertar político y social que Oscar Alfaro vive tan de cerca, el poeta asume una clara posición política. Se convierte en militante del Partido de la Izquierda Revolucionaria y sus poemas comienzan a circular en las reuniones de la Juventud Comunista. Con un cuaderno escolar bajo el brazo, recorre los caminos tarijeños escribiendo los poemas que tomaron forma en primera instancia en Cajita Musical y Alfabeto de estrellas. Ambas obras vieron la luz a fines de los años 40, época en que los partidos de extrema izquierda izaron la bandera del proletariado en contra de los hacendados y empresarios mineros.
Los poemas de Alfaro llegaban cargados de una fuerte orientación social y una sensibilidad en contra de la injusticia, elementos que caracterizarán toda la literatura del poeta. Al igual que José Martí, “sabía que ni siquiera la literatura infantil es neutra e inocente. Sabía que toda expresión humana, y sobre todo la artística, transmite ideología. Era conciente de que la literatura fue siempre y es instrumento de transmisión de valores, actitudes, ideologías”[4]. Por eso, no duda en compartir con los niños esa lucha social a través de la denuncia de las injusticias, los himnos al proletariado y la sátira a los poderosos, mostrando una gran sensibilidad por los más débiles y desposeídos. Es el primer escritor para niños que no subestima a su lector, sino que entrega su protesta de una manera impactante en un libro específicamente dedicado al público infantil. De esta primera época son sus poemas “Niño proletario”, “Miseria”, “Manos hambrientas”, “Vendedora de kantutas”, “Madre proletaria”, “Los pájaros obreros” y su famoso “Pájaro revolucionario”.
EL PÁJARO REVOLUCIONARIO
Ordena el cerdo granjero: –¡Fusilen a todo pájaro! Y suelta por los trigales su policía de gatos.
Al poco rato le traen a un pajarillo aterrado que aún tiene dentro del pico un grano que no ha tragado:
–¡Vas a morir por ratero…! –¡Si soy un pájaro honrado, de profesión carpintero, que vivo de mi trabajo!
–¿Y por qué robas mi trigo? –Lo cobro por mi salario, que usted se negó a pagarme. Y aún me debe muchos granos. Y lo mismo está debiendo a los sapos hortelanos, a mi compadre el hornero, al minero escarabajo, a las abejas obreras, ¡y a todos lo que ha estafado! ¡Usted hizo su riqueza robando a los proletarios!
–¡Qué peligro!...¡Un socialista! ¡A fusilarlo en el acto! ¡Preparan!... ¡Apunten!... ¡Fuego!
¡Demonios… si hasta los pájaros en la América Latina se hacen revolucionarios…! |
VENDEDORA DE KANTUTAS[5]
Tras la luna de esmeralda por el camino va sola la silueta de la chola con su guagüita a la espalda.
En su florida pollera color de cielo estrellado lleva a vender al mercado kantutas de primavera.
El niño que quiere tanto y no comió todo el día, va empapando con su llanto las flores de la agonía.
Con toda el alma partida ofrece de casa en casa las flores de nuestra raza para salvar una vida.
Pero no vende ninguna y el grito del niño hambriento hiere su pecho sangriento como una astilla de luna.
Y bajo el cielo incendiario pintado de rubias frutas, ¡se va llorando kantutas su corazón proletario!
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Los esfuerzos aislados de algunos partidos políticos de insertar al indígena a la vida ciudadana todavía no daban resultados. En el área rural, los indios todavía dependían de los latifundistas en condiciones miserables, había un gran porcentaje de analfabetismo y la minería estaba en manos de tres grandes empresarios que dejaban al estado un mínimo de utilidad. En 1952, el Movimiento Nacionalista Revolucionario sube al poder planteando soluciones nuevas y radicales que cambiaron el país. Eliminó el latifundio, estableció el voto universal (mujeres y analfabetos comenzaron a votar), nacionalizó las minas y determinó la obligatoriedad y gratuidad de la educación primaria para todos los bolivianos. Era el comienzo de la integración del indígena a la vida nacional.
Influenciado por este viraje político, surgen de la pluma de Oscar Alfaro poemas que hacen referencia a esa integración del indígena a la educación, ya sea como el alumno de piel cobriza que tiene el ansia de aprender, o como la nueva maestra de trenzas y pollera que por primera vez es parte del plantel escolar. “La escuela de indios”, “La escuela del campo”, “Colegio nocturno”, “El camino del colegio”, “La fiesta mágica” y “La nueva maestra” son una muestra de los poemas de está época.
Pero Oscar Alfaro no es solo un poeta de denuncia. Cien poemas para niños tiene el aire mágico y de ensoñación que se entrelaza con la vena izquierdista del poeta. “Entonces entreteje sus ideas políticas con personajes, animales y situaciones emocionalmente importantes para los niños, con imágenes de alta belleza literaria”[6]. Música en el verso con rumor de copla, metáfora y comparación, permiten escarbar las debilidades del ser humano y de una sociedad que está en proceso de convivencia con el otro. Así nos encontramos con poemas que detrás de los objetos inanimados conciben al juego como elemento fundamental de la infancia. Estos poemas logran la reflexión sobre los valores universales utilizando con ternura la rima consonante y sonante, la musicalidad natural, el lenguaje de la imagen y de los colores, aunque muchas veces sin poder sacudirse de la crítica social. Poesías como “Pompas de jabón”, “Los barquitos de papel”, “Las bolitas de cristal”, “El trompo” y “El volador” rescatan los juegos y juguetes infantiles de mediados de siglo.
LA NUEVA MAESTRA Las niñas morenas enfloran la escuela. Y cantan y vuelan lo mismo que abejas.
Del campo ya llega la linda maestra. ¡Qué joven!, ¡qué fresca!, ¡qué dulce!, ¡qué buena!
Despiden sus trenzas perfume de huertas. Sus ojos reflejan ternuras inmensas.
Y su alma de estrella alumbra mi tierra. Las niñas morenas la abrazan y besan.
Y zumba la escuela como una colmena.
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LAS BOLITAS DE CRISTAL
Por el patio del colegio van saltando de alegría y arrancando mil arpegios de las piedras cristalinas.
En algunas pasa ardiendo una estrella fugitiva… se deslizan alumbrando cual granitos de luz viva.
Y las aves y las flores y los niños y las niñas se reflejan dentro de ellas en figuras pequeñitas…
Son granizos de colores que una lluvia cantarina ha soltado como notas de su fresca melodía
Y en el patio del colegio van saltando de alegría. |
Cien poemas para niños es un libro de poesía que trascendió los límites temporales y espaciales de su época, fue el hito capaz de compartir un mensaje social y de denuncia con los más pequeños, fusionando ideas políticas con la magia del juego infantil; probablemente, con la idea de cambiar desde los más pequeños una sociedad desintegrada.
MALLKO (1974)
Después de la revolución del 52, que predominó hasta el año 64, Bolivia estuvo en manos de la dictadura hasta 1982. De la corriente indigenista que tuvo su auge en los años cincuenta y sesenta, la literatura pasó al naturalismo y al realismo con un fuerte compromiso social e ideológico. Allí surge Gastón Suárez (1929 – 1984), escritor, maestro rural y minero, que en 1974 escribe Mallko[7], una fábula poética sobre el cóndor que evoca al existencialismo como una de las características del nuevo realismo en la novela boliviana de ese momento: la angustia, la temporalidad, la verdad, la soledad, la libertad y la muerte. Una obra que por sus características nos recuerda a Juan Salvador Gaviota de Richard Bach que narra el aprendizaje sobre la vida y el volar de una gaviota que forja su propio camino de superación.
El crítico ecuatoriano Hernán Rodríguez Castelo dijo que Mallko era “de aquellos grandes libros bolivianos que querría ver en todas las bibliotecas escolares del Ecuador”[8]. Es un libro que fue declarado texto oficial de la escuela boliviana en 1974 y que en 1976 figuró en la lista de Honor Hans Christian Andersen. Además, fue publicado por el Convenio Andrés Bello para su difusión en los países andinos y luego se publicó también en Madrid.
“Al principio sólo sintió una fugaz punzada atravesándole el buche, un rápido dolorcillo que le hizo lanzar un áspero graznido. El día era igual a otro, su situación era la misma, sin embargo, era la primera vez que sentía la necesidad de estar junto al cálido cuerpo de su madre. Estiró el cuello cubierto por una especie de pelusa y trató de ver lo que ocurría en el mundo exterior. No vio nada. Sólo oyó el zumbido del viento corriendo incansable, por el fondo del abismo. No podía saber qué le causaba esa inquietud”[9].
La historia tiene un inicio estremecedor. Una cría de cóndor se queda sin su madre y advierte la primera demanda de la vida, el alimento. La obra se desarrolla entre ese descubrir de uno mismo, explorando sus capacidades, fuerzas y destrezas, y la exploración del mundo que lo rodea en una lucha por la supervivencia que va a transformarse en un verdadero poema a la vida, o, como muchos han denominado a Mallko, como un canto a la libertad.
El libro está narrado en tercera persona, con un narrador omnisciente experto en lo que es la fábula y la ciencia, que si bien parece un especialista en animales que observa, que describe y que conoce a detalle las características de su ejemplar, escribe con la ternura del escritor. Mallko es la descripción de la vida de un cóndor unida a la belleza de la pluma de su autor.
El pequeño cóndor va creciendo “y el hambre, que hizo más largos sus días de sufrimiento, acicateó su instinto de vivir y lo obligó a moverse y salir”[10], entonces se anima a realizar un primer vuelo, experiencia que después de un tiempo lo sacará de su nido en las cumbres nevadas para iniciar una vida dura, de angustia y soledad. Pronto, el cóndor conoce a otros miembros de la comunidad y a Naira que, en la vida monógama de esta aves, será su pareja para toda la vida. Sin embargo, no se libra de los antagonistas crueles que hacen dificultoso su camino, ni de la presencia del hombre que le corta su libertad cuando es cazado para ser parte de la fiesta de la sangre “Yawar”[11] para finalmente recobrar su verdadera libertad.
Mallko es una obra vigente en Bolivia que además de ser un verdadero poema, en cuanto al lenguaje se refiere, tiene la virtud de que el lector, al igual que el cóndor, identifique sus propios miedos, logros, frustraciones y alegrías al descubrir día a día el mundo que lo rodea. Vale la pena destacar que solo se han escrito dos libros de fábula poética en Bolivia. El otro es Vicuncela, un maravilloso canto a la vicuña, del escritor Hugo Molina Viaña (1977).
EL CÁNTARO DEL ANGELITO (1979)
En esa misma corriente naturalista y realista de los años 70, con el mismo toque existencialista que envuelve a la literatura de esa época, Yolanda Bedregal, una de las poetas más admiradas en Bolivia, publica la única obra que dedica a sus nietos, El cántaro del angelito. En su primera edición, este libro de poesías tenía las páginas de distintos colores y no tenía dibujos, pues la misma autora hace una invitación a sus lectores para hacerlos partícipes de la obra, algo innovador en la literatura infantil boliviana:
“Adrede no hay dibujos, pero sí, espacio para hacerlos, pegar recortes o escribir propios poemas. Los que van aquí son para leerlos a solas o en coro, dialogarlos, bailarlos, dramatizarlos, hacerlos títeres o jugar con ellos como cada uno guste”[12].
El cántaro del angelito es una verdadera oda a la naturaleza, una observación de la sociedad y un análisis de los acontecimientos cotidianos en los que su autora, a través de un lenguaje expresionista, pero sobre todo coloquial, hace poesía con las montañas, el agua, el rocío y el arroyo, pero también se inspira en seres diminutos como la polilla, el escarabajo, las luciérnagas y las arañas. De pronto, también está presente la vena andina de nuestro país con el lago Titicaca, los barcos de totora, la imilla[13] que baila, la navidad andina y la flor de puna. Nada está fuera de este concierto poético. Los seres modestos, las pequeñas cosas y las situaciones diarias están presentes en una relación entre el hombre, el cosmos y Dios; pues el tema religioso tiene una fuerte carga en su poesía infantil.
El cántaro del angelito es un desafío a su época, pues, así como Alfaro compartió con los niños una poesía social de denuncia, Bedregal se anima a compartir con ellos temas poco usuales en la literatura infantil de ese momento. Por ejemplo, habla de la muerte y el suicidio en “La baladita de la araña fea”, que llega a consecuencia de que la araña se siente fea y negra; la concepción y el parto en “¿Y cómo vine a ti?”, en un dialogo poético maravilloso entre una madre y su hija; o el tema racial en el nacimiento de Jesús en la zona andina, donde el Niño es aymara y María, su madre, es india.
BALADITA DE LA ARAÑA FEA (fragmento) La joven araña díjole esta queja a su madre un día: –¿Por qué soy tan fea, dime madrecita? Hilando la rueca tú pareces de oro sobre fina seda…
Mi padre es moreno, más si te contempla, lo cubre la gracia que el nardo quisiera.
Yo, madre, tan flaca, tan peluda y negra… Jamás un piropo me zumbó una abeja…
Cuando las guitarras de los grillos suenan es la serenata bajo de otra reja…
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FLOR DE PUNA
En la montaña más alta, Bajo la estrella más fría Una guagüita morena Ha nacido de una virgen.
Su madre que es una india Bonita, prieta, menuda, Sobre el aguayo de arco iris Luce tullmas en las trenzas.
Tiene la piel calentita Y húmeda todavía: Las vicuñas han estado Lamiéndolo tiernamente.
La ha fecundado la gracia Del sol de puna en invierno. Es ella flor de la cima Y su hijo, flor de espino.
Parece un niño de greda Con ojitos de sululu Y áspero cabello negro Este Niño-Dios aymara. |
El cántaro del angelito es un libro que después de 33 años, mantiene su vigencia poética y temática, que está al alcance de todos los niños bolivianos en una época donde los papeles se invierten y se escribe poca poesía infantil.
LA BRUJA DE LOS CUENTOS (1997)
En 1982 llega la democracia a Bolivia y la literatura infantil sigue una línea tradicional en la que se destaca la pluma de varios maestros cochabambinos en el género cuento. En cambio, la década del 90, además de traer el acceso al Internet que es una ventana a la literatura infantil del mundo, también trae una Reforma Educativa (1994) que propone una educación bilingüe, anclada en la Participación Popular y la Interculturalidad, que necesita dotar de libros a las bibliotecas de aula de primaria. Es un incentivo a los autores nacionales que producen obras nuevas que incluyen un género casi inexistente en 50 años de literatura infantil: la novela. La primera “novela corta”, Cara Sucia de José Camarlingui, se escribe en 1963; y la segunda, Juvenal Nina de Gaby Vallejo, en 1981. Pero la novela que da el gran salto a una literatura postmoderna y contemporánea, que quiebra la línea de la literatura tradicional es La bruja de los cuentos de Rosalba Guzmán Soriano.
Una bruja de los cuentos de hadas europeos cae en la zona de Santa Cruz, sobre una tapera[14]. Allí se encuentra con un duende, un ser mágico de la tradición cruceña, y se da cuenta que ha perdido sus poderes mágicos y que su escoba tampoco puede volar. Desde entonces la bruja Balburga vive una serie de aventuras en diferentes partes del territorio boliviano encontrando, a su vez, a distintos seres míticos de la tradición boliviana (la Viudita, el Huasa Mallku, el Inca y la Ñusta, el Yatiri y el Kharisiri). Su único objetivo en este recorrido es recobrar sus poderes para volver a su país.
Por primera vez, la literatura infantil boliviana mantiene sus tradiciones y paisajes, pero se aleja de las temáticas que hacen énfasis en la realidad social para volcarse sobre un elemento indispensable en la literatura para niños como es el humor, que es precisamente lo que va a caracterizar toda la obra literaria de Rosalba Guzmán. Así, en La bruja de los cuentos, el humor y la ironía caracterizan al personaje principal, por lo general de identidad maléfica en los cuentos de hadas, y que en esta novela está obligada a cambiar de esencia para poder recobrar sus poderes mágicos.
La autora está conciente de que comienza una era de desafío para la literatura infantil que se da a conocer como literatura postmoderna, en la que abundarán “los experimentos literarios arriesgados y complejos que buscan desenmascarar la ilusión de realidad que crea la literatura a través de convenciones que quizá en otras corrientes, menos audaces, permanecen ocultas[15]. De esa manera, Guzmán empieza a utilizar algunos de los recursos innovadores que inician la literatura postmoderna y hasta metaficcional en el siglo XXI, simplemente, porque los escritores necesitan buscar la emoción de su lector en un mundo bombardeado por la inmediatez y la imagen.
Para comenzar, diremos que esta es una obra que apela a conocimientos culturales previos, pues recurre a elementos que el lector puede reconocer de la tradición oral boliviana y del folklore nórdico. Sin embargo, plantea una variación metaficcional, la reverberación[16], porque si bien basa la historia en personajes de cuentos conocidos no toma los relatos en su integridad, sino que usa solamente algunos elementos.
Por otro lado, Rosalba Guzmán penetra en su obra como protagonista de la novela y responde a una carta que los personajes le envían a la autora desde la misma obra, vulnerando las convenciones de las narraciones tradicionales y mezclando ficción con realidad. También, utiliza la variación estilística con juegos tipográficos para ofrecer a sus lectores ciertas sensaciones de acuerdo al tipo de letra que se usa:
“De pronto la bruja sintió un hueco en el corazón. Un gran hueco, que de a poco se iba agrandando, agrandando, AGRANDANDO, sin que ella pudiese hacer nada para detenerlo”[17].
Además, el narrador mantiene un diálogo permanente con el lector a medida que va contando la historia, pues hace varias paradas para explicarle cosas que supone que no sabe, en una suerte de complicidad con el lector.
“– ¡Oooouuuu! ¡Dios Miiiiiio! ¡Pog las mil coulebgas cielestes! ¿Qué cosa eges tú? (Ya se imaginarán lo asustada que estaba cuando dijo “Dios mío” ella que no creía en Dios)”[18].
La bruja de los cuentos es, sin duda alguna, la puerta a la postmodernidad literaria y abre una década que de alguna manera abandonará la forma tradicional de lectura para insertar al lector en historias donde pueda jugar e interpretar la literatura infantil desde distintas perspectivas.
La literatura infantil boliviana ha recorrido un largo camino durante el siglo XX en el que ha ido construyendo, a través de sus hitos literarios, un nuevo concepto de infancia. En primer lugar, la idea de escribir para niños y de comunicarse con ellos con un lenguaje sobre todo de complicidad. Autores que usaron la poesía y la narrativa para compartir con ellos y denunciar los problemas de una sociedad desintegrada o para poner sobre la mesa temáticas inusuales como el suicidio, la concepción y la aceptación de aquel que es distinto. Escritores que supieron convertir una fábula en poesía como una metáfora de la vida misma, y los que abrieron las puertas de la postmodernidad dejando a un lado la literatura convencional y probando nuevos elementos que llamen la atención de un lector sumergido en la tecnología y el mundo de la imagen.
Ha sido un camino indudablemente influenciado por la historia, la política y los problemas sociales del país, pero que ha sabido mantener la idea de que se puede escribir para niños con temas de su interés y sin subestimarlos. Es un camino que hoy es lo que es gracias a aquellos autores que se animaron a desafiar lo convencional y que trascendieron su época a través de libros que fueron un verdadero hito en el camino de la literatura infantil boliviana.
BIBLIOGRAFÍA
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Bedregal, Yolanda, El cántaro del angelito. La Paz, 1979.
Díaz Villamil, Antonio, Leyendas de mi tierra. La Paz. Editorial Juventud, 1995.
Guzmán Soriano, Rosalba, La bruja de los cuentos. Ediciones Luna Nueva. Cochabamba, 1997.
Suárez, Gastón. Mallko. La Paz. Editorial Nuevo Mundo, 1997.
BIBLIOGRAFÍA DOCUMENTAL
Libros
Bedregal, Yolanda, Escritos. Quito, 1994.
Cárdenas, Elda de, Literatura Infantil. La Paz. Editorial Juventud, 1985.
De Mesa, José; Gisbert, Teresa; Mesa, Carlos D, Historia de Bolivia. La Paz. Editorial Gisbert, 2008.
Díaz Machicao, Porfirio, Antología. Prosa y verso de Bolivia. 4º Tomo. La Paz-Cochabamba. La Paz-Cochabamba. Ed. Los Amigos del Libro, 1958.
Finot, Enrique, Historia de la Literatura Boliviana. La Paz. Ed. Gisbert y Cía. S.A., 1981.
Guzmán Augusto, Panorama de la novela en Bolivia. La Paz. Editorial Juventud. 1973.
Silva-Díaz, María Cecilia, La metaficción como un juego para niños. Una introducción a los albumes metaficcionales. Banco del Libro. Venezuela, 2005.
Revistas y Artículos
De la Quintana, Liliana, “A propósito de Mallco” en Suplemento Fondo Negro del Matutino “La Prensa”. La Paz, domingo 3 de junio, 2007.
Del Carpio, Melita, “El mundo poético de Oscar Alfaro” en Revista Relalij No. 11, enero-junio de 2000. Bogotá, 2000.
Rodríguez Castelo, Hernán, “Las grandes claves de la literatura infantil” en prólogo al libro Mallco de Gastón Suárez. La Paz. Ed. Nuevo Mundo, 1997.
Vallejo Canedo, Gaby, “Alfaro, un concierto viviente que viaja por los caminos” en: Revista Relalij No. 11, enero-junio de 2000. Bogotá, 2000.
_________________________, “Política y niños. Una aproximación a la violencia política en la literatura infantil boliviana” en Revista Relalij No. 13 enero-junio, 2001.
Vartañan, Tatiana Davidovna, Prólogo al libro Caricaturas de Oscar Alfaro. La Paz, 1987.
Zoe Alameda, Irene, “La literatura en la era Gates” en El País 24 de octubre de 2007.
[1] Díaz Villamil, Antonio, Leyendas de mi tierra. La Paz. Ed. Juventud, 1995. Pág. 46, 117.
[2] Ibíd., Pág. 60
[3] De Mesa, José; Gisbert, Teresa; Mesa, Carlos D, Historia de Bolivia. La Paz. Editorial Gisbert, 2008. Pág. 492.
[4] Vallejo Canedo, Gaby, “Alfaro, un concierto viviente que viaja por los caminos” en: Revista Relalij No. 11, ene ro-junio de 2000. Bogotá, 2000. Pág. 36.
[5] Flor nacional de Bolivia.
[6] Ibid., “Política y niños. Una aproximación a la violencia política en la literatura infantil boliviana”.
[7] Mallko significa “cóndor” en lengua aymara.
[8] Rodríguez Castelo, Hernán. “Las grandes claves de la literatura infantil” en prólogo del libro Mallko de Gastón Suárez. Ed. Nuevo Mundo. La Paz, 1997.
[9] Suárez, Gastón, Mallko. Ed. Nuevo Mundo. La Paz, 1977. Pág. 7.
[10] Ibíd., Pág. 20.
[11] De la Quintana, Liliana, “A propósito de Mallko&