LA ESFERA DE CRISTAL (2010)

Nombre del ilustrador : Juan José Serrano
Año de publicación : 2010
Lugar de publicación : La Paz
Editorial : Editorial Gisbert y Cia. S.A.
Colección : ---
Número de edición : Segunda Edición
Número de páginas : 276
ISBN : 978-99954-818-5-8
Depósito Legal : 4-1-2550-12
Premios y distinciones :
Obra seleccionada en el catálogo IBBY "Latinoamérica y el Caribe propone...", (2011).

NOVELA INFANTIL. Juan es un niño que no cree en la Navidad, pero sus ángeles logran que forme parte de una de las piezas del nacimiento. Allí, Juan vive una serie de aventuras.

“LA ESFERA DE CRISTAL”

Juan es un niño que ha dejado de creer en los seres mágicos como Papa Noel, el Ratón Pérez y los Reyes Magos. En ese momento, se ha roto su esfera mágica de recuerdos y fantasía; enconces deja la infancia para comenzar la temida adolescencia. Sin embargo, todavía no puede dar ese gran paso porque al querer armar la esfera de cristal de Juan, los ángeles de la “Brigada de Investigación contra el Crimen: el Cielo (B.I.C.)” se han dado cuenta de que le falta una pieza y que no pueden reconstruirla.

A Juan no le queda otra opción que buscar esa pieza fantante y enconces aparece en un mundo fantástico donde vive una aventura espectacular llena de acción, misterio y mucho humor.

Fragmentos

1. LA BOTA INALCANZABLE

 

Todo comenzó esa mañana de diciembre cuando salí de mi cuarto y vi a mi hermana María Isabel trepada sobre una silla, haciendo malabares para alcanzar la bota navideña que decoraba la puerta de su dormitorio. De puntas sobre la silla intentaba una y otra vez introducir su carta dentro de la bota mientras la silla se balanceaba peligrosamente.

 

            —¿Qué haces?

 

            — Quiero meter esta carta en la bota para que el Niño la recoja y sepa qué traerme en Navidad.

 

            —¡Ya tienes siete años, María Isabel, y sigues pensando en estupideces! —repliqué mientras alzaba a mi hermana para que alcanzara la dichosa bota—. ¿Cuántas veces voy a decirte que ni PapaNoel ni el Niño existen?

 

            —¡Existen! —gritó ella con furia.

 

            —¡No existen! —exclamé gritando aún más fuerte—. Y será mamá quien recoja tu carta una de estas noches haciéndote creer que el Niño se la llevó.

 

            —¡Eso es una mentira! —exclamó entre sollozos María Isabel.

 

            Ante semejante escándalo apareció mi madre subiendo las escaleras a toda prisa. Y como toda madre que se presta de justa, sacó sus propias conclusiones de los hechos sin ni siquiera preguntar:

 

            —Juan, ¡deja de molestar a tu hermana! Los gritos se escuchan hasta el escritorio y no hay quién pueda trabajar así. Voy a decir esto una sola vez —dijo con firmeza—. Papa Noel, los Reyes Magos, el Ratón Pérez, el Niño Jesús y el Ángel de la Guarda EXISTEN para María Isabel y para cuantos quieran creer en ellos. ¿Está claro?

 

            —Mami, tú sabes que eso no es verdad y tú estás criando a esta niña en un mundo de fantasía y de irrealidad. ¿Hasta cuándo le vas a seguir la corriente? ¿Hasta que tenga veinteaños y Papa Noel la recoja en su trineo de la puerta de la universidad?

 

            —Juan, no hay nada más hermoso en este mundo lleno de problemas que creer en cosas maravillosas como en la moneda que te trae el Ratón Pérez cuando se te cae un diente o en el regalo que le pediste al Niño ¿no crees?

 

            —Allá tú, madre, pero hacerla vivir en el engaño puede tener sus consecuencias— respondí con aire de superioridad.

 

 

 

 

            Acababa de cumplir once años y me sentía dueño del mundo. No soportaba las niñerías. Creía que todos debían comportarse como adultos y enfrentar el mundo tal y como era, sin tener que tropezar con los estúpidos personajes de cuentos de hadas caminando por las calles de la ciudad como si fueran simples ciudadanos de a pie.

 

            Casi no hablé durante la cena y al meterme en la cama me sentí realmente molesto, así que hice unas cuantas reflexiones sobre las jerarquías domésticas. En primer lugar, me puse a pensar, los padres son la autoridad máxima de una casa… algo así como presidentes, reyes, faraones, generales o emperadores. Y como los hijos somos los únicos ciudadanos, súbditos o vasallos que habitan la casa entonces estamos obligados a seguir instrucciones y obedecer a la autoridad. Esto nos convierte en seres débiles y vulnerables, fieles creyentes de todo lo que digan nuestros padres sin derecho a reclamo alguno.

 

            Niños como mi pobre hermana María Isabel, que desde muy pequeños creen en la existencia de ciertos personajes exóticos y estrambóticos que no pertenecen a este mundo y que llegan, nadie sabe cómo, en cierta época del año cargados de objetos que son de muchísimo interés de los niños. Me refiero a golosinas de distintos sabores y colores, monedas de todos los cortes, huevos de chocolate y múltiples regalos por los que un niño daría la vida.

 

            Uno de los personajes que encabeza la lista de seres mágicos e inexistentes es el Conejo de Pascua. ¿Es que tiene sentido pensar en un conejo que pinta huevos en el bosque y luego los reparte en una canasta? Ahora bien, si me dijeran que se trata de un Ganso de Pascua, una Gallina o un Pájaro Carpintero de Pascua, la idea sí que tendría más sentido… creo que hasta con un Cóndor de Pascua me la creería. Lo que no entiendo es qué hacen unos conejos con sus canastas llenas de huevos saltando de aquí para allá el domingo de Pascua.

 

            Y cuando llega la Navidad todos los niños esperan emocionados que en la nochebuena un viejo de barba blanca, gordo y vestido de rojo visite sus casas para dejarles un regalo. ¡Tengan mucho cuidado! Se lo conoce con el nombre de San Nicolás, alias Papa Noel, Viejito Pascuero o Santa. ¿Quién puede creer en alguien que tiene cuádruple personalidad? Eso me suena a falsificación de documentos. Además, no intenten abrirle la puerta porque acostumbra a entrar por la chimenea. ¿Será que nos ven cara de bobos para creer que semejante panza puede atravesar una chimenea sin dejar una sola mancha en su traje? Realiza aterrizajes de emergencia en un trineo jalado por renos que parquea sobre los tejados. Que llegue por el aire en globo, en jet, hasta en helicóptero me la creo, ¿pero en un trineo?, ¿y jalado por renos? Al menos podían ser Huskies para que nos creamos la historia esa del Polo Norte.

 

            ¿Y qué tal la llegada de los Reyes Magos? Analicemos las palabras “Reyes” y  “Magos”, y pongámonos de acuerdo. ¿Son reyes o son magos? ¿Usan corona o usan varitas mágicas? Que yo sepa, los reyes gobiernan y los magos inventan, pero no creo que los reyes usen la magia para gobernar sus reinos, aunque a veces le he oído decir a mi padre que los gobernantes se creen magos que, por supuesto, no es lo mismo que ser un mago de verdad. Me imagino por un momento a un rey, al que su país lo necesita las 24 horas del día en su oficina de palacio, montar un camello al vuelo y encontrarse en la siguiente esquina con otros dos reyes amigos para ir por ahí de parranda, repartiendo regalos mientras sus reinos están patas arriba.

 

            ¿Y el Niño? Ese es otro invento peor que los anteriores. ¡Estamos hablando de un recién nacido dejando paquetes por toda la ciudad que le doblan en tamaño y peso! ¡Esa no se la cree ni Ironman!

 

            Ninguna de estas historias tiene pies ni cabeza para decir que podemos creer en ellas. Lo más triste de esto es que todos, en un momento de debilidad en nuestras vidas, las hemos creído. Pero volvamos donde estábamos. ¿Por qué a una madre y a un padre en su sano juicio les interesa engañar a sus hijos con estos personajes imaginarios? Simple y llanamente por chantaje. En cuanto se va acercando una fecha importante, los niños empezamos a preocuparnos seriamente al escuchar frases como ésta: “pórtate bien o el conejo no te traerá huevos”, “si sigues así Papa Noel no te pondrá en su lista de regalos”, “una pelea más con tu hermano y el Niño no dejará nada en esta Navidad”, “si no terminas tu tarea, el Ratón Pérez no cambiará una moneda por ese diente”. Al final… son chantajes que utilizan los padres para tener control sobre nosotros. No olvidemos que ellos son la autoridad y nosotros los súbditos; por lo tanto, si la autoridad no logra que los súbditos obedezcan no le queda otra que echar mano del vil chantaje.

 

            Pero como no hay mal que dure cien años, llega un momento en la vida de los niños en que nos convertimos en seres pensantes. Confieso que eso ocurre más o menos entre los 10 y los 12 años, porque cuando somos pequeños creemos firmemente que nuestros padres y nuestros profesores son los invencibles en persona. Pero al cumplir los 10 años nos damos cuenta de que hemos sido cruelmente engañados por los adultos y empezamos a dar la batalla. Eso significa que nuestros padres aún deciden ciertas cosas por nosotros como en qué colegio estudiamos, si dormimos en un mismo cuarto con los hermanos, si nos dan permiso para salir con los amigos, si comemos espinacas y brócoli… y realmente todavía se creen dueños de nuestras vidas. Pero donde NO DECIDEN ni por si acaso, aunque se mueren por hacerlo, es en nuestros pensamientos.

 

            Así que desde octubre de este año en que cumplí los once años he tomado una gran decisión. Yo, Juan Figueroa Carbonell con carnet de identidad 3331496, vecino de esta ciudad y hábil por derecho, creo en lo que creo y nadie ni nada puede cambiar ni interferir en mi manera de pensar, y punto.

 

            Y con esa última frase que pronuncié con la misma seguridad de un juez cuando dicta sentencia, me di la vuelta y me acomodé para dormir plácidamente.